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sábado, 21 de agosto de 2010

Otro Día Cualquiera...

Me levanté como todos los días, sabiendo que iba a ser un día cualquiera y con la  única ilusión de 
por fin poderle decir todo lo que siento.
Fui al baño a lavarme la cara para despertarme del todo, me quede mirando mi reflejo en el espejo, y 
lentamente, bajé la mirada.
Cuando acabé de desayunar y de hacer todo me conecté, rápidamente busque su nombre en mi lista de contactos, se me iluminó la cara al ver su nombre y rápidamente pinché en su foto.
- Hola! :)
- Hola.
- puedes quedar esta tarde? Necesito hablar contigo, tengo que decirte algo.
- Claro que si!. Quedamos como siempre?
- Si. Te veo luego. Te quiero.
No sé porque me ilusioné, sinceramente, una parte de mi sabía que no se me iba a declarar ni nada por el estilo, pero me daba igual, había conseguido que todo desapareciera y fuera feliz en mi pequeño mundo de ilusiones.
Me fui a arreglar, saqué toda la ropa del armario, no sabía que ponerme para estar perfecta. Cargué el Mp3  y me puse a ver un raro la tele. Vi una película, la típica comedia romántica, me imaginé a mi en la película y lo mucho que me gustaría que eso me pasara a mi.
Cuando llegó la hora salí de casa y me fui al banco donde quedamos, llegué pronto como siempre, mientras esperaba a que llegase  subí el volumen de la música y me evadí un rato. Al poco noté como alguien me
agarró el hombro, se me escapó una tímida sonrisa, me giré y no pude evitar darle un abrazo, en ese momento en lo que menos pensaba era en soltarle, pero quería escuchar lo que me tenia que decir. Nos fuimos al césped y nos sentamos el uno enfrente del otro. Le noté raro, nos quedamos un rato en silencio, él mirando al suelo, y yo mirándole a él. 
- Tengo que contarte algo. Me voy.
- Que te vas?, como que te vas? -  en ese momento mi mundo se vino bajó, no podía creer lo que estaba escuchando, ni si quiera le entendía.
- Me voy mañana y no creo que vuelva. A mi padre le han destinado en otro sitio. Lo siento.
Tenía unas ganas tremendas de ponerme a llorar, y me sentía tan impotente, necesitaba decirle todo lo que tenía en ese momento, sabia que no iba a servir de nada, pero le necesitaba. Necesitaba decirle lo mucho que le quería, y necesitaba que el me dijera lo mismo, pero lo único que hice, fue bajar la mirada.
- ey! no te preocupes, te llamaré, y seguiremos ablando, como si estuviera aquí.
- Sabes que no será lo mismo.
- Sin ti nada será lo mismo. Tengo que irme.
Lo vi alejarse despacio. con la cabeza agachada, una lágrima recorrió mi mejilla. En ese memento comprendí que ya nada valía la pena.

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